sábado, 9 de abril de 2011

Sin “papá gobierno”, fomentan la lectura

Sin “papá gobierno”, fomentan la lectura Amas de casa, obreros y profesionistas han emprendido programas de lectura con sus vecinos para hacerlos agentes del cambio social. Aquí algunos de los ejemplos ciudadanos COMUNIDAD. Pequeños de Comburindio, en Huetamo, Michoacán, acuden a los talleres de lectura luego de que su colectivo iniciara como un festival por la paz con el lema “Tomemos los libros, no las armas” (Foto: ESPECIAL ) Enviar por email Reducir tamañoAumentar tamañoImprimir Sábado 09 de abril de 2011 Yanet Aguilar Sosa | El Universal Comenta la Nota yanet.aguilareluniversal.com.mx La lectura le ha cambiado el rostro a la Unidad CTM Culhuacán. La cancha de voleibol donde antes imponían su ley los delincuentes juveniles y ex convictos, hoy está en manos de los vecinos comandados por Raymundo Farfán Escamilla, quien a la cabeza del colectivo vecinal “Letras en metamorfosis por el trabajo ¡La palabra!” lleva más de cinco años ganando espacios y cambiando el destino de niños y adolescentes que ahora prefieren tomar un libro que fumar e inhalar activo. También la lectura ayuda en tiempos de violencia, inseguridad y marginación. Con libros, el grupo de mujeres “Palabras de arena”, comandadas por Ivonne Ramírez, enfrenta el horror con el que a veces se despierta Ciudad Juárez, pues en el lugar donde apareció un ejecutado o una narcomanta, ellas llegan con sus lecturas en voz alta. Ante esas experiencias de fomento a la lectura que emprenden los ciudadanos, la de Ramona Elizabeth Aragón, una jovencita de 15 años que desde hace casi dos años es la responsable más joven de una sala de lectura en México, es una historia tierna pero además efectiva. Esa chica que cursa el primero de preparatoria en Huajicori, Nayarit, comparte lecturas con la gente del autobús que la lleva de viaje o a tomar los talleres de fomento para la lectura. En México, los datos son duros; en los últimos 12 meses sólo 27% de la población ha leído un libro, 43% no conoce una biblioteca y 24% no tiene ningún libro en casa, según la “Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales”, realizada el año pasado, para la que fueron entrevistados 32 mil personas mayores de 13 años. Ante el desalentador panorama, la sociedad civil y los ciudadanos, en una labor personal o en colectivo, o bajo programas institucionales, han emprendido desde hace años iniciativas para mejorar la vida de su comunidad. Si existen 3 mil 612 salas de lectura en el Programa Nacional de Salas de Lectura del Conaculta es porque hay el doble de voluntarios, sin salario, en comunidades, municipios o ciudades; si hay alrededor de 400 libros clubes en el DF, coordiandos por la Secretaría de Cultura, es porque hay igual número de personas que comparten la lectura con sus vecinos sin tener honorarios; si existen unos 50 bunkos -pequeñas salas de lectura que surgieron en Japón- alentados por IBBY México, es porque hay 50 “mediadores” impulsando la lectura. Un país con corazones grandes Abogados, escritores, amas de casa, estudiantes, pasantes de letras, sociólogos, obreros, maestros y un sinfín de personas ha emprendido en México iniciativas loables. Lo sabe, Raymundo Farfán Escamilla, ganador en 2010 del Premio México Lee, en la categoría Fomento a la lectura desde la sociedad civil. Dice que la zona de la unidad habitacional CTM Culhuacán es marginada y violenta. Muchos de sus vecinos están en la cárcel por todo tipo de delitos; así surgió la necesidad de cambiar un poco el tejido social a partir de la cultura. “No tenemos financiamiento del gobierno, de manera colectiva estamos organizando talleres y esto nos ha permitido recuperar espacios. La canchita de voleibol donde hacemos nuestras actividades estaba tomada por gente con actitudes negativas y ahora los vecinos hemos recuperado este espacio gracias a la cultura”, señala. Esa misma generosidad por compartir para enfrentar la violencia dio lugar a “Palabras de arena”, un colectivo emprendido por tres mujeres en Ciudad Juárez. “El activismo cultural de ‘Palabras de Arena’ se ha intensificado debido al compromiso comunitario que tenemos. La apertura de la Biblioteca Independiente Majuana ha sido un parteaguas en el trabajo lector con infantes en la colonia Virreyes. El impacto que se ha detectado es la afluencia de más lectores en la biblioteca”, señala Ivonne Ramírez, responsable del proyecto. Sin apoyos institucionales, ciudadanos emprenden proyectos en casas, escuelas, centros culturales, plazas públicas, parques, panteones, protegidos por la sombra de un árbol o itinerando en la búsqueda de lectores. Incluso se han convertido en gestores y editores, en investigadores que trabajan en la sistematización y metodología de estrategias lectoras. Si en Ciudad Juárez han abierto una biblioteca y están por publicar libros, en Culhuacán han producido un libro y un audiolibro con creaciones de los vecinos. Sueños lectores En Michoacán trabajan en la sistematización de la experiencia. Lo que comenzó como un colectivo que inició un pequeño festival por la paz que tenía el lema “Tomemos los libros, no las armas” se ha convertido en la asociación civil Cutsi Jimpani Promoción Cultural A.C. (Luna Nueva en purépecha). Martha Luna, impulsora de ese trabajo en Huetamo, Michoacán, por el que recibió en 2009 el Premio México Lee, dice que trabajan especialmente con niños y jóvenes, con chicos en privación de libertad, para que aprendan a ser sujetos de cambio. Pero no todo es tan estructurado. Hay iniciativas ciudadanas renovadoras y jóvenes. El ejemplo más claro es el de Ramona Elizabeth Aragón, que a sus 15 años promueve la lectura en Huajicori, en su sala de lectura itinerante “Luna nueva en un eclipse”. “Mi sala siempre está en movimiento, donde hay lectores yo voy. Cada día busco que más personas se integren, de lunes a viernes trabajo con los niños y los jóvenes en mi escuela, los sábados con adultos mayores; quiero que mi municipio progrese, por eso nunca voy a decaer en esto”, dice la promotora. Iniciativas con sustento ciudadano Jesús Heredia, coordinador del Programa Nacional de Salas de Lectura que arrancó en 1995, y Myriam Laurini, coordinadora del programa Libro Club de la Secretaría de Cultura del DF que se creó en 1998, admiten que sus programas no existirían sin la voluntad de la ciudadanía. Laurini dice que el programa de libro clubes se basa en la sociedad civil. “Son los ciudadanos los que tienen el interés de fomentar la lectura en su comunidad. Tengo una enorme admiración y gran aprecio por los responsables de los libro clubes, son personas increíbles”. Heredia reconoce que los voluntarios de salas de lectura no “tienen sueldo, la única gratificación es darles capacitación, talleres con especialistas en estrategias de lectura, invitarlos a encuentros de mediadores de lectura y pagarles todos los gastos”. Otro programa impulsado desde un organismo internacional son los Bunkos de IBBY México, programa que arrancó aquí en 1993 y que son pequeñas salas de lectura (la casa del mediador) que impacta a la comunidad. Hasta ahora son 50 espacios emprendidos por ciudadanos voluntarios. Espacios para el desarrollo Martha Luna afirma: “Tenemos muy claro que el desarrollo cultural permite el desarrollo social, en ese sentido hemos estado diseñando para luego implementar, algunos proyectos y que no sólo se quedan en la promoción de la educación por la paz, sino que sean una herramienta fehaciente para provocar procesos de cambio social”. Con la asociación civil y el Festival de Lectura por la Paz, que en noviembre llegará a su cuarta edición, están realizando un trabajo más estructurado encaminado a ciertos sectores. “Buscamos cambios a nivel comunidad y a nivel de políticas públicas, proyectos muy bien estructurados para que sean útiles al estado-nación”, dice la promotora cuyo trabajo se basa en fortalecer la identidad, tener en la educación artística instrumento de cambio y trabajar en la educación por la paz. Ivonne Ramírez asegura que la ciudadanía y las organizaciones independientes tienen un poder para fomentar la lectura, pero tienen en contra que es un trabajo que se hace gratuitamente o se hace por un sueldo mínimo, y la sociedad mexicana minimiza la importancia de dicho trabajo. Sin embargo, los colectivos son incansables. Ellos, en “Palabras de arena” han ampliado los programas. “Ahora tenemos la Biblioteca Independiente Majuana, se imparten cursos en otras colonias marginadas de Juárez y en otros municipios, como San Agustín y el Valle de Juárez y en el CERESO”. El trabajo de Raymundo Farfán en la CTM Culhuacán también se sustenta en esa conciencia. “El que los vecinos aprendan a organizarse, a compartir ideas, los lleva a otro estadio de pensamiento, a otra cultura. Todos tenemos la obligación de participar en la cultura, no hay quién lo haga sino nosotros”. Así, hay en México decenas de iniciativas -aunque nunca nadie las haya contando- que tienen el sello de la sociedad civil y un rostro ciudadano.

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