En Colima nace el Museo Fernando del Paso
La mano izquierda del novelista cobra revancha: su faceta de artista plástico es reconocida con la apertura de un espacio que expondrá sus obras junto a las de jóvenes creadores
DIBUJO “TRASVESTIS”. La plástica no es un mero hobbie en la carrera de Del Paso (Foto: ESPECIAL )
Lunes 16 de mayo de 2011 Alida Piñón | El Universal ana.pinon@eluniversal.com.mx
Fernando del Paso es zurdo de nacimiento, pero las normas no escritas de la época en la que le tocó vivir su infancia, dictaban que todo debía hacerse con la mano derecha. Sin embargo, el escritor sólo es diestro para comer y para escribir. “Lo demás lo sigo haciendo con la izquierda”, dice.
Cuando el autor del Noticias del Imperio empezó a mostrarle al mundo otra de sus facetas creativas, solía declarar que el ejercicio del dibujo era una “venganza de mi mano izquierda”. Tal desquite fue consumado en varias ocasiones a través de sendas exposiciones que tuvieron lugar tanto en México como en Estados Unidos, Cuba, España, entre otros países.
Ahora, la mano izquierda del autor de 76 años, a quien se le deben obras clásicas de la literatura mexicana como Palinuro de México y José Trigo, lleva al máximo nivel su revancha y celebrará el 27 de mayo la inauguración del Museo Fernando del Paso, en el centro de Colima, el cual albergará su obra y fungirá como un espacio abierto a la creación de los jóvenes artistas colimenses.
Sobre el oficio del arte plástico, en entrevista con EL UNIVERSAL, el escritor refiere: “Escribir me atormenta un poco, pero cuando dibujo puedo escuchar música o una conversación que puedo seguir. Dibujar es una actividad completamente separada de la tarea de escribir. La literatura y la música se dan en el tiempo y las artes plásticas en el espacio, es decir, la literatura tiene un principio, un intermedio y un fin, en cambio cuando se está frente a un cuadro o una escultura no sabes dónde comienza y dónde termina, por lo tanto se da en un espacio”.
Museo en proceso
Al principios del 2000 el artista expuso en la Pinacoteca Universitaria de Colima, que forma parte de la Universidad de Colima, tras esa experiencia Del Paso donó parte de su obra y en respuesta las autoridades de la institución le ofrecieron crear un museo en su nombre.
El proyecto comenzaba a tomar forma cuando en el 2003 hubo un sismo que afectó de manera importante a Colima, por lo que los recursos del estado fueron destinados a la reconstrucción de la ciudad, acciones en las que la universidad jugó un papel fundamental. El proyecto tuvo que ponerse en pausa.
El tiempo pasó, la ciudad poco a poco terminaba su proceso de reconstrucción y hubo un cambio en la rectoría, comandada ahora por el doctor Miguel Ángel Aguayo López. Y se comenzó a trabajar en el museo del escritor.
“La idea del museo me fue ofrecida por el doctor Carlos Salazar, ex rector de la Universidad de Colima y se llevó mucho tiempo en cuajar porque hubo un sismo muy fuerte en Colima, y dado que la Universidad está a cargo de la cultura del estado, incluso más que la Secretaría de Cultura que casi no hace nada, y ante los daños ocasionados pues tuvo que posponerse. Pero la obra que será expuesta me tomó mucho más años de lo que ha tomado la creación del museo. Nunca pensé que la Universidad se interesara en mi obra gráfica, así que estoy muy contento”, explica.
En un principio se había pensado instaurarlo en una galería ubicada en Nogueras, pero el espacio resultó muy pequeño, pues tan sólo de la muestra de Dos mil caras de cara al dos mil se necesitan 400 metros cuadrados de mamparas. Se pensó entonces en una casona del siglo XVIII ubicada a un costado de la
Pinacoteca, de las pocas que quedan en la ciudad y que en alguna época fue conocida como la Casa de los siete patios, misma que estaba en paupérrimas condiciones. Así inició el proceso de revitalización del inmueble, con presupuesto universitario.
La casa pertenece a un particular y aún se analiza si será comprada o alquilada, lo que podría resolverse durante el rectorado del doctor Aguayo.
“Mi trabajo estará en una casona antigua que le dará un valor adicional, pero lo que más me gusta es que si bien el museo se va a inaugurar con toda la obra que he donado, en unos meses se mostrará también la obra de jóvenes pintores de Colima, así como toda clase de artes experimentales como el performance, el arte conceptual, instalaciones, etcétera. Dialogar, de algún modo, con la juventud me da mucho gusto, me alegra tanto que un museo que llevará mi nombre reciba la obra de artistas con otras tendencias y otras formas de expresión”, comenta.
El museo, impulsado y vigilado por el arquitecto Fernando Macedo, tiene cinco salas, una de las cuales será de doble altura en la que permanecerá parte de la colección de Del Paso, Dos mil caras de cara al dos mil, Mujeres sin cara de Ciudad Juárez, una serie de dibujos de Cielo y Piedra, Destrucción del caos I y II y Castillos en el aire.
Para la inauguración y durante cuatro meses más, las obras del artista estarán exhibidas en cada una de las salas; después en dos de éstas habrá exposiciones temporales de jóvenes creadores.
No sólo se exhibirá la obra plástica de Del Paso, también habrá obra literaria que podrá ser consultada. Y se tiene planeado que de manera intermitente se realicen mesas redondas sobre el trabajo literario del escritor.
Fuera del mercado
“El ofrecimiento nació cuando hice la exposición Dos mil caras de cara al dos mil. Era una obra muy vasta, enorme, no me costó desprenderme de ella porque no tenía espacio dónde ponerla, no era un cosa que pudiera heredar a mis hijos, se necesita de muchas paredes para exponer dos mil caras que además no son tan pequeñas. Así que se me ofreció donarla y lo hice.
“Con el tiempo decidí dar más muestras de mis estilos y digo estilos porque nunca he estado en el mercado de la pintura y del dibujo, lo que me ha permitido experimentar en muchos sentidos. Cuando estás en el mercado y vendes, tienes que mantener un estilo para que se siga vendiendo la obra. Yo, por fortuna, no tengo ese compromiso”, comenta Fernando Del Paso.
Las artes plásticas, dice, no son un hobbie. “Son una segunda forma de expresión. Es evidente que le doy más importancia al oficio de escribir, que al de dibujar porque nunca he dejado de escribir para dibujar y varias veces he dejado de dibujar para escribir al no tener tiempo para hacer ambas cosas”.
El escritor comenta que a la distancia, una de las muestras, Mujeres sin cara de Ciudad Juárez, se ha quedado corta frente a la denuncia que pretendió hacer cuando la creó. “Esa obra fue una especie de homenaje a las mujeres muertas y desaparecidas en esa desdichada ciudad. Escogí el número de 300 porque era el cálculo de víctimas en aquél entonces. Como protesta, desgraciadamente se ha quedado muy corta, porque desde que yo hice esas pinturas han pasado muchas cosas. Se calcula que han muerto cerca de 40 mil personas en este país, víctimas de una violencia aberrante. Hablar de 300 ya no es nada, la cifra de hoy es escalofriante. Es una lástima, pero mi obra queda como homenaje a las víctimas que antecedieron a todas las que se han registrado en esa ciudad maldita que es Ciudad Juárez y el resto del país”.
Pese a que el museo lo tiene contento, no pudo trabajar obra nueva para celebrar el acontecimiento.
“Cuando estoy dibujando es lo más importante para mí, cada oficio tiene su momento. Cuando estoy haciendo maquetas también se vuelve algo de primerísima importancia o cuando escribo, ahora, cuando estoy más cómodo en la vida es cuando no hago nada.
Revisa, junto con el Fondo de Cultura Económica el manuscrito del primer volumen de tres que aparecerán simultáneamente en México y España de ensayos históricos sobre el islam y el judaísmo; saldrán en julio o agosto de este año. “Por eso no hay obra nueva en el museo, para mi desgracia no he dibujado nada en los últimos 10 años. Pero me da mucha comezón en la mano izquierda. Tengo 76 años y a esta edad se juega una carrera con el tiempo, espero terminar este libro en uno dos años y si vivo unos meses o unos años más, le aseguro que los dedicaré a dibujar”.
Fernando del Paso es zurdo de nacimiento, pero las normas no escritas de la época en la que le tocó vivir su infancia, dictaban que todo debía hacerse con la mano derecha. Sin embargo, el escritor sólo es diestro para comer y para escribir. “Lo demás lo sigo haciendo con la izquierda”, dice.
Cuando el autor del Noticias del Imperio empezó a mostrarle al mundo otra de sus facetas creativas, solía declarar que el ejercicio del dibujo era una “venganza de mi mano izquierda”. Tal desquite fue consumado en varias ocasiones a través de sendas exposiciones que tuvieron lugar tanto en México como en Estados Unidos, Cuba, España, entre otros países.
Ahora, la mano izquierda del autor de 76 años, a quien se le deben obras clásicas de la literatura mexicana como Palinuro de México y José Trigo, lleva al máximo nivel su revancha y celebrará el 27 de mayo la inauguración del Museo Fernando del Paso, en el centro de Colima, el cual albergará su obra y fungirá como un espacio abierto a la creación de los jóvenes artistas colimenses.
Sobre el oficio del arte plástico, en entrevista con EL UNIVERSAL, el escritor refiere: “Escribir me atormenta un poco, pero cuando dibujo puedo escuchar música o una conversación que puedo seguir. Dibujar es una actividad completamente separada de la tarea de escribir. La literatura y la música se dan en el tiempo y las artes plásticas en el espacio, es decir, la literatura tiene un principio, un intermedio y un fin, en cambio cuando se está frente a un cuadro o una escultura no sabes dónde comienza y dónde termina, por lo tanto se da en un espacio”.
Museo en proceso
Al principios del 2000 el artista expuso en la Pinacoteca Universitaria de Colima, que forma parte de la Universidad de Colima, tras esa experiencia Del Paso donó parte de su obra y en respuesta las autoridades de la institución le ofrecieron crear un museo en su nombre.
El proyecto comenzaba a tomar forma cuando en el 2003 hubo un sismo que afectó de manera importante a Colima, por lo que los recursos del estado fueron destinados a la reconstrucción de la ciudad, acciones en las que la universidad jugó un papel fundamental. El proyecto tuvo que ponerse en pausa.
El tiempo pasó, la ciudad poco a poco terminaba su proceso de reconstrucción y hubo un cambio en la rectoría, comandada ahora por el doctor Miguel Ángel Aguayo López. Y se comenzó a trabajar en el museo del escritor.
“La idea del museo me fue ofrecida por el doctor Carlos Salazar, ex rector de la Universidad de Colima y se llevó mucho tiempo en cuajar porque hubo un sismo muy fuerte en Colima, y dado que la Universidad está a cargo de la cultura del estado, incluso más que la Secretaría de Cultura que casi no hace nada, y ante los daños ocasionados pues tuvo que posponerse. Pero la obra que será expuesta me tomó mucho más años de lo que ha tomado la creación del museo. Nunca pensé que la Universidad se interesara en mi obra gráfica, así que estoy muy contento”, explica.
En un principio se había pensado instaurarlo en una galería ubicada en Nogueras, pero el espacio resultó muy pequeño, pues tan sólo de la muestra de Dos mil caras de cara al dos mil se necesitan 400 metros cuadrados de mamparas. Se pensó entonces en una casona del siglo XVIII ubicada a un costado de la
Pinacoteca, de las pocas que quedan en la ciudad y que en alguna época fue conocida como la Casa de los siete patios, misma que estaba en paupérrimas condiciones. Así inició el proceso de revitalización del inmueble, con presupuesto universitario.
La casa pertenece a un particular y aún se analiza si será comprada o alquilada, lo que podría resolverse durante el rectorado del doctor Aguayo.
“Mi trabajo estará en una casona antigua que le dará un valor adicional, pero lo que más me gusta es que si bien el museo se va a inaugurar con toda la obra que he donado, en unos meses se mostrará también la obra de jóvenes pintores de Colima, así como toda clase de artes experimentales como el performance, el arte conceptual, instalaciones, etcétera. Dialogar, de algún modo, con la juventud me da mucho gusto, me alegra tanto que un museo que llevará mi nombre reciba la obra de artistas con otras tendencias y otras formas de expresión”, comenta.
El museo, impulsado y vigilado por el arquitecto Fernando Macedo, tiene cinco salas, una de las cuales será de doble altura en la que permanecerá parte de la colección de Del Paso, Dos mil caras de cara al dos mil, Mujeres sin cara de Ciudad Juárez, una serie de dibujos de Cielo y Piedra, Destrucción del caos I y II y Castillos en el aire.
Para la inauguración y durante cuatro meses más, las obras del artista estarán exhibidas en cada una de las salas; después en dos de éstas habrá exposiciones temporales de jóvenes creadores.
No sólo se exhibirá la obra plástica de Del Paso, también habrá obra literaria que podrá ser consultada. Y se tiene planeado que de manera intermitente se realicen mesas redondas sobre el trabajo literario del escritor.
Fuera del mercado
“El ofrecimiento nació cuando hice la exposición Dos mil caras de cara al dos mil. Era una obra muy vasta, enorme, no me costó desprenderme de ella porque no tenía espacio dónde ponerla, no era un cosa que pudiera heredar a mis hijos, se necesita de muchas paredes para exponer dos mil caras que además no son tan pequeñas. Así que se me ofreció donarla y lo hice.
“Con el tiempo decidí dar más muestras de mis estilos y digo estilos porque nunca he estado en el mercado de la pintura y del dibujo, lo que me ha permitido experimentar en muchos sentidos. Cuando estás en el mercado y vendes, tienes que mantener un estilo para que se siga vendiendo la obra. Yo, por fortuna, no tengo ese compromiso”, comenta Fernando Del Paso.
Las artes plásticas, dice, no son un hobbie. “Son una segunda forma de expresión. Es evidente que le doy más importancia al oficio de escribir, que al de dibujar porque nunca he dejado de escribir para dibujar y varias veces he dejado de dibujar para escribir al no tener tiempo para hacer ambas cosas”.
El escritor comenta que a la distancia, una de las muestras, Mujeres sin cara de Ciudad Juárez, se ha quedado corta frente a la denuncia que pretendió hacer cuando la creó. “Esa obra fue una especie de homenaje a las mujeres muertas y desaparecidas en esa desdichada ciudad. Escogí el número de 300 porque era el cálculo de víctimas en aquél entonces. Como protesta, desgraciadamente se ha quedado muy corta, porque desde que yo hice esas pinturas han pasado muchas cosas. Se calcula que han muerto cerca de 40 mil personas en este país, víctimas de una violencia aberrante. Hablar de 300 ya no es nada, la cifra de hoy es escalofriante. Es una lástima, pero mi obra queda como homenaje a las víctimas que antecedieron a todas las que se han registrado en esa ciudad maldita que es Ciudad Juárez y el resto del país”.
Pese a que el museo lo tiene contento, no pudo trabajar obra nueva para celebrar el acontecimiento.
“Cuando estoy dibujando es lo más importante para mí, cada oficio tiene su momento. Cuando estoy haciendo maquetas también se vuelve algo de primerísima importancia o cuando escribo, ahora, cuando estoy más cómodo en la vida es cuando no hago nada.
Revisa, junto con el Fondo de Cultura Económica el manuscrito del primer volumen de tres que aparecerán simultáneamente en México y España de ensayos históricos sobre el islam y el judaísmo; saldrán en julio o agosto de este año. “Por eso no hay obra nueva en el museo, para mi desgracia no he dibujado nada en los últimos 10 años. Pero me da mucha comezón en la mano izquierda. Tengo 76 años y a esta edad se juega una carrera con el tiempo, espero terminar este libro en uno dos años y si vivo unos meses o unos años más, le aseguro que los dedicaré a dibujar”.
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