Más que la leyenda de que hizo pacto con el diablo, es su portentosa y breve obra la que ha sostenido a Robert Johnson. Nada mejor para celebrar su centenario que constatar la permanencia de sus canciones.Dom, 08/05/2011 - 05:44
México.- Allen Ginsberg declaraba en 1994 que el rock fue un repositorio del impulso poético del siglo XX. Pero, advirtió, “crece del mayor cuerpo de poesía lírica que tenemos en este siglo, que es el blues negro de Ma Rainey, Robert Johnson y Charlie Patton”.
Robert Johnson, cuyo centenario de nacimiento se celebra hoy, se cuece aparte. Para empezar se cree, aunque no se ha testificado con documentos definitivos, que nació el 8 de mayo de 1911 en Hazlehurst, Mississippi, mientras que la localización precisa de su tumba sigue siendo un mito porque fue enterrado sin gran ceremonia (unos dicen que en un lugar, otros que en otro). Sin embargo, en un acto de justicia, este año los legisladores de su estado natal declararon El Año de Robert Johnson.
Murió muy joven, a los 27 años. Dicen unos que envenenado con estrictinina por líos de faldas, aunque otros afirman que fue sífilis. Y aunque sólo grabó 29 canciones, es uno de los músicos más influyentes en la historia de la música popular, uno de sus mitos más llamativos.
En la habitación 414 del Hotel Gunter de San Antonio realizó las únicas dos sesiones de grabación de su vida, pero de ellas salió un cargamento de joyas, en música y letra, que se adelantó a su tiempo. En sus Crónicas, Bob Dylan cuenta que él copiaba las canciones para entender “la construcción de sus líneas de estilo viejo y la asociación libre que utilizaba, las alegorías chispeante (...) Pensaba en Johnson mucho y me preguntaba cuál podría haber sido su público. Es difícil imaginarse aparceros o campesinos en antros de baile relacionándose con canciones como éstas. Tienes que preguntarte si Johnson estaba tocando para un público que sólo él podía ver, un público en el futuro”.
En Blues. La música del Delta del Mississippi (Turner, 2010). Ted Gioia afirma que su biografía puede contemplarse como “el aura de una parábola religiosa: es la historia de un joven que vende el alma al diablo a cambio de una incomparable capacidad para tocar el blues con la guitarra. A consecuencia de esto disfruta de un éxito clamoroso, al menos como intérprete, pero su alma es acosada por una incontrolable melancolía que tiñe toda su música”.
Se sabe tan poca cosa de la vida sobre él, agrega Gioia, que los investigadores han terminado por añadir “capas de misterio” a su biografía. Su fama comenzó, paradójicamente, después muerto. El productor John Hammond pensaba contratarlo para el que sería un concierto histórico: Fromm Spirituals to Swing, pero le informaron que había muerto asesinado por su novia. Fue entonces, agrega Gioia, que “dio comienzo a lo que se convertiría en una larga tradición en la investigación sobre Johnson: en los diversos textos publicados sobre él, abundan las falsedades y las suposiciones más fantasiosas”.
El elemento más manoseado por sus biógrafos es la venta de su alma, mito recreado en la película Cross Roads, primera referencia que tienen los no entendidos cuando se habla del músico. Sin embargo, los investigadores Barry Lee Pearson y Bill McCulloch explican en Robert Johnson: Lost and Found, citado por Gioia, que “no hay ninguna relación demostrable entre Robert Johnson y el diablo. La investigación histórica está empañada con rumores, enfoques dudosos, metodologías parciales y entrevistas cuestionables”.
Lo que no es cuestionable es su grandeza y su impacto en el mundo. El propio Gioia se lamenta de que resulta difícil explicarse “del todo la noche oscura del alma de Robert Johnson”, pero advierte que “estableció unos esquemas nuevos en el mundo de la música popular, reformulando el blues y transformándolo en una forma de expresión con posibilidades comerciales”.
Esto se puede escuchar en la colección The Complete Recordings (Sony, 1996), dos discos portentosos. Entonces se entenderá por qué, con o sin la mano del diablo, estamos ante un músico que hizo de canciones como “Rambling On My Mind”, “Come On In My Kitchen”, “Hellhound On My Trail” o “Love in Vain”, obras imperecederas. No se necesita ser adivino para decir que cada fin de semana alguien toca “Sweet Home Chicago” en alguna parte del mundo.
Su legado
¿Cómo reeditar la obra de Johnson, que se reduce a dos discos, a un precio redituable? La respuesta es The Complete Original Masters: Centennial Edition, edición limitada a mil unidades (¿será?). Por 349 dólares ofrece las grabaciones del bluesista editadas en vinil, reproducidas a manera de los antiguos discos de vinilo publicados originalmente en 1936 y 1937.
Se incluye la música en un cd doble, además de otro cd doble con grabaciones que otros bluesistas realizaron los mismos días que Johnson grabó su obra. El paquete cierra con el documental The Life and Music Of Robert Johnson: Can’t You Hear The Wind Howl en dvd.
La gran celebración para Robert Johnson —que pasó inadvertida para las dos revistas de blues que se publican en México— se llevó a cabo en Greenwood, ciudad donde murió. Además de una exposición de artistas que interpretaron su legado, el viernes se presentaron grandes músicos como Bobby Rush, Jay Lang & Devil’s Due y Scott Ainslie, mientras que el sábado estuvieron Warren Haynes y Keb’ Mo’.
Xavier Quirarte
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